Martín Luther King nació el 15 de
enero de 1929 en Atlanta, Georgia, Estados Unidos.
Ingresó en el Morehouse College
a los 15 años y fue ordenado ministro baptista a los 17.
Estudió teología en la
Universidad de Boston.
Fue activista del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos
para los afroamericanos.
En 1954 aceptó el nombramiento de pastor en la Iglesia baptista de la
avenida Dexter, en Montgomery (Alabama).
Organizó y llevó a cabo marchas por el derecho al voto, la no
discriminación, y otros derechos civiles básicos.
En 1955 dirigió el boicot contra una compañía de transportes públicos en
Montgomery, en respuesta a la política de segregación racial del
sistema de transporte público. La protesta que duró
381 días. King fue arrestado y encarcelado.
El 28 de agosto de 1963, liderizó la célebre marcha a Washington donde
pronunció su famoso discurso “I have a
dream” (“Tengo un sueño”).
Logró la inclusión en el censo de los votantes negros, acabó con la
segregación y consiguió mejores escuelas y viviendas dignas para los negros en
los estados del sur.
Asumió la dirección del movimiento pacifista estadounidense, primero a
través de la Southern Christian Leadership Conference (“Conferencia de
Liderazgo de Cristianos del Sur”) y más tarde del Congress of Racial Equality (“Congreso de Igualdad Racial”).
En 1964 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
El 4 de abril de 1968, Martín Luther King fue asesinado en Memphis (Tennessee).
James Earl Ray, fue declarado culpable de la muerte de King en marzo de
1969 y recibió una sentencia de 99 años de cárcel. Se desconocen los autores
intelectuales del crimen, pero se sospecha que la orden vino del Departamento
de Estado
YO TENGO UN SUEÑO
Martin Luther King
Estoy feliz de unirme a ustedes hoy en lo que
quedará en la historia como la mayor demostración por la libertad en la
historia de nuestra nación.
Hace años, un gran americano, bajo cuya
sombra simbólica nos paramos, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante decreto
se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que
fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de
alegría para terminar la larga noche del cautiverio.
Pero 100 años después, debemos enfrentar el
hecho trágico de que el negro todavía no es libre. Cien años después, la vida
del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años
después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto
océano de prosperidad material. Cien años después el negro todavía languidece
en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo
exiliado en su propia tierra.
Y así hemos venido aquí hoy para dramatizar
una condición extrema. En un sentido llegamos a la capital de nuestra nación
para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron
las magníficas palabras de la
Constitución y la Declaratoria de la Independencia,
firmaban una promisoria nota de la que todo estadounidense sería el heredero.
Esta nota era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados los
derechos inalienables de "Vida, Libertad y la búsqueda de la Felicidad".
Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en
su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su
obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue
devuelto marcado "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer
que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay
fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Entonces hemos
venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad
y la seguridad de la justicia.
Sofocante verano del descontento
También vinimos a este punto para recordarle
de Estados Unidos de la feroz urgencia del ahora. Este no es tiempo para entrar
en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del
gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la
segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el tiempo
de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia
la sólida roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia una
realidad para todos los hijos de Dios.
Sería fatal para la nación el no percatar la
urgencia del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento del negro
no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos que piensan que el negro sólo
necesita evacuar frustración y que ahora permanecerá contento, tendrán un rudo
despertar si la nación regresa a su rutina habitual.
No habrá ni descanso ni tranquilidad en
Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano.
Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra
nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente, que
aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso
de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No
saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de
la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa
degenere en la violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las
majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del
alma.
Esta nueva militancia maravillosa
que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los
blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su
presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado a nuestro
destino. Se han dado cuenta de que su libertad está ligada inextricablemente a
nuestra libertad. No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos
hacernos la promesa de que marcharemos hacia el frente. No podemos volver
atrás.
Pruebas y tribulaciones
Existen aquellos que preguntan a quienes
apoyan la lucha por derechos civiles: "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca estaremos satisfechos en tanto el negro sea víctima de los inimaginables
horrores de la brutalidad policial. Nunca estaremos satisfechos en tanto
nuestros cuerpos, pesados con la fatiga del viaje, no puedan acceder a
alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de las ciudades. No
estaremos satisfechos en tanto la movilidad básica del negro sea de un gueto
pequeño a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos en tanto a nuestros hijos
les sea arrancado su ser y robada su dignidad por carteles que rezan:
"Solamente para blancos". No podemos estar satisfechos y no estaremos
satisfechos en tanto un negro de Missisipi no pueda votar y un negro en Nueva
York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos, y no
estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el
bien como un torrente.
No olvido que muchos de ustedes están aquí
tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes apenas
salieron de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su
búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la
persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son
los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que
el sufrimiento sin recompensa asegura la redención.
Vuelvan a Missisipi, vuelvan a Alabama,
regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades
norteñas, con la sabiduría de que de alguna forma esta situación puede ser y
será cambiada.
No nos deleitemos en el valle de la
desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las
dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un
sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
El sueño
Yo tengo un sueño que un día esta nación se
elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas
verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales.
Yo tengo un sueño que un día en las coloradas
colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex
propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la
hermandad.
Yo tengo un sueño que un día incluso el
estado de Missisipi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia
y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.
Yo tengo un sueño que mis cuatro
hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el
color de su piel sino por el contenido de su carácter.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo un sueño que un día, allá
en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean
con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en
Alabama pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus
manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo un sueño que un día cada valle será
exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán
aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor
será revelada, y toda la carne la verá al unísono.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con
la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir de la montaña
de la desesperación una piedra de esperanza.
Con esta fe seremos capaces de transformar
las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con
esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos,
de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza
de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en que
todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado:
"Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis
padres murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen
resonar la libertad". Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran
nación, esto debe convertirse en realidad.
Entonces dejen resonar la libertad desde las
prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire. Dejen resonar la libertad desde las
grandes montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los Alleghenies
de Pensilvania! Dejen resonar la libertad desde los picos nevados de Colorado.
Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de California. Dejen resonar
la libertad desde las montañas de piedra de Georgia. Dejen resonar la libertad
de la montaña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina
y cada topera de Misisipi, desde cada ladera, ¡dejen resonar la libertad!
Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada
pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de
apresurar la llegada de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros
y hombres blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces
de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo "espiritual"
negro: "¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios
todopoderoso, ¡por fin somos libres!"
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